Aclaración

Este blog es parte de un proyecto de la Universidad Autónoma Metropolitana. Todo lo escrito aquí es creación total del autor y cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia.

domingo, 4 de marzo de 2012

Dorado


Eran tiempos dorados. Pasábamos los días rodeados de invitados. Podíamos pasar horas bailando junto a los cuartos de romance, para después pasar a la siguiente ronda. El intercambio de pensamientos nos encantaba. Nada nos faltaba: teníamos lo que queríamos. A veces teníamos de sobra, pero no queríamos compartir. Nos llenábamos de soberbia. Detestábamos a los que se atrevían a mirarnos.

Gozábamos sentirnos superiores. Muchos nos odiaban. Nosotros los odiábamos más. Ese era nuestro juego: humillar a los demás. Amábamos hacerlo. Nos ayudaba a aumentar la presunción y los enemigos. Obviamente no teníamos muchos amigos, no los necesitábamos y tampoco los buscábamos. El dinero compraba la compañía que queríamos. Lo mejor era que nunca fueron las mismas. Siempre cambiábamos a las acompañantes. Parecía que había fila para entrar a nuestra casa. 

Muchos no compartían nuestra manera de comprar la felicidad. Creían que el dinero no la compra. Seguramente no conocían a Mayra Verónica, la más cara pero valió cada peso. 

Jamás quisimos consumir drogas. Teníamos miedo de morir por culpa de ellas. No éramos rockstars para acabar nuestras vidas en una forma que no valía la pena. Queríamos morir como Jesucristo, ser una marca en el tiempo. Queríamos morir siendo asesinos seriales y no como las víctimas porque ellas nunca tienen fama. Estábamos decididos a no ser solo un parpadeo en el universo.

Esos eran los tiempos dorados, los tiempos con Adolfo. Él era discreto. Siempre intentó controlarme, bajarme de mi ladrillo. Él sabía que solo éramos un pelo de perro. No éramos lo que yo pensaba. Yo quería volar y él me permitía creer que podíamos hacerlo. Jamás quiso entristecerme. Siempre intentó hacer todo para que fuéramos felices. Pero yo flotaba en la vida, no quería tocar el suelo. No me gusta poner los pies en la tierra. Eso no es para mí. El amarró un hilo en mí para mantenerme en el aire pero que no escapara. 

Después de 19 años tuvimos que separarnos. Adolfo quería cambiar. Él estaba listo para hacerlo. Se fue. Sus últimas palabras fueron: "Diego, el universo está arrodillado ante ti. Pídelo y se hará lo que ordenes". 

Cuando se alejó, quería gritarle que lo amaba y que no quería que se fuera. Él sabía eso y puso una carta en mi chamarra en nuestro último abrazo  (por eso siempre la uso). Sus palabras escritas me hicieron temblar. Sentí como si mi primer amor me hubiera besado otra vez. Todavía lo extraño. Me gusta pensar que escucha mis pensamientos. Su futuro parecía ser perfecto. Sabía que él era lo mejor que jamás conoceré.

Él era la mejor parte de  mí. 

4 comentarios:

  1. Primera vez que comento, gran entrada. Este si eres tu. Ni que decir de Adolfo, es un gran tipo. Y esa Mayra Veronica WIN jajaja. 

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  2. me gusta. si mayra verónica lo leyera, seguro se emocionaría de saber que, por primera vez en la historia de internet, en ningún momento del texto aparecen comentarios lascivos relacionados con sus hinchadas petacas.

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  3. MUY BUENO AMIGO! Y LA MUJER WAOW! JAJA

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  4. Fue hasta los párrafos del final que me dio la impresión de estar fisgoneando por la grieta de un muro hacia un lugar íntimo, casi impenetrable. No se si soy yo, pero creo que entrelíneas pude conocerte un poco mejor.

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